sábado, 10 de noviembre de 2007

Un pueblo eminentemente guerrero

Un pueblo eminentemente guerrero sucumbirá a otro que, además, sea floreciente en el comercio, pues este último podrá dotarse de más recursos para la supervivencia. Así, este tipo de sociedades se ha impuesto al anterior, que representa formas más primitivas de organización humana.

Ahora bien, el hombre pacifico no se ha impuesto al violento mas que como producto social. Si las leyes y las coacciones desaparecieran de golpe, el caos se apoderaría del mundo y las pulsiones antisociales primarían sobre las sociales; la animalidad enloquecida sobre la razón civilizada.

Por que la cultura tiene que reprimir una y otra vez, en todo tiempo y lugar, las mismas tentaciones criminógenas? Ya se ha dicho: porque la maldad no es genética ni, por tanto, puede seleccionarse. Sin embargo, doy por supuesto que la cultura nació para combatir la maldad y no para potenciarla, exceptuando sociedades degeneradas que, incursas en el extremo de la ferocidad autodepredadora, han sido sus propios verdugos.

No desearía abrumaros con mi perorata, pero aquí hay algo muy importante que se ha pasado por alto hasta ahora. Un detalle que, de confirmarse, probaría que el creacionismo mas literalista tiene al menos un clavo al que asirse; un fenómeno que la evolución no solo no ha explicado, sino que todo indica que esta incapacitada para explicar, a la vista de los resultados históricos. Esto es, el hecho de que no nos hayan corrompido ni nuestro entorno ni nuestros antepasados simios (no en lo que a la raíz de la maldad respecta); no, en fin, la naturaleza, ni la cultura como segunda naturaleza. Lo que determinaría la desviación crónica del comportamiento sociable del hombre seria mas parecido a una maldición que a una tara. La maldad y la maldición estarían así unidas por un relato que en este punto distaría mucho de ser simbólico o acomodaticio: el del Génesis.

He mencionado la risa, la risa humana. La risa del simio muestra sorpresa, jamás crueldad. Solo el hombre es cruel por el mero placer de serlo. El buen salvaje no existe, salvo que sea un primate.

Hay todavía entre los ateos quien niega que el mal y el bien sean conceptos claros. Resígnense: el mal y el bien existen objetivamente, aunque su percepción por parte del hombre pueda variar según su circunstancia. Lo mismo debe decirse del calor y del frío, pues no todos encuentran frías o calientes las mismas cosas y, sin embargo, existen parámetros de referencia para calificar algo según su temperatura (el punto de ebullición, el de congelación, los 36 grados promedio de nuestro cuerpo, etc.).

Visto esto, sabemos que la selección cultural -estrechamente relacionada con la psicología evolutiva- tiene como tarea principal promocionar a los más hábiles socialmente, facilitando que sus conductas se perpetúen. Ahora bien, el criminal es alguien por definición socialmente inepto, ya que elige un modo de actuar que perjudica a sus semejantes y, a su vez, lo pone a el en grave riesgo. A diferencia del soldado, el delincuente cuenta con otras opciones distintas a la agresión, con mayores posibilidades de éxito y, en resumen, más razonables. Tampoco hay que olvidar que existen guerras justas.

El centro de este debate esta en determinar por que motivo todos sentimos atracción por el crimen o accidente que no nos contemple a nosotros como victimas e indiferencia por las virtudes que no nos tengan por beneficiarios. Doy este hecho por probado. Los curiosos que se amontonan en los lugares donde acaban de suceder desgracias y la atención que reciben las noticias de esta índole son muestras suficientes de nuestra podredumbre. Falta, sin embargo, saber que impulsa a los individuos sanos a obrar así.

Se ha dicho del mismo modo que sin leyes ni coacciones sociales los comportamientos virtuosos (es decir, los mas tendentes a la cooperación y al interés reciproco) serian una rara excepción frente a las conductas abusivas de los mas fuertes, organizados en clanes y hordas. Y de ahí se ha deducido que, en tanto que necesitamos un medio externo como la ley para garantizar la justicia, la selección cultural es insolvente a la hora de explicar la evolución -mejor: la no evolución- del comportamiento de los individuos humanos.

Mientras que el desarrollo de la inteligencia que nos configura como miembros de nuestra especie muestra claros rasgos evolutivos, el desenvolvimiento de la habilidad social que también nos caracteriza (desde que somos lo bastante inteligentes para interrelacionarnos en un entorno complejo) aparece estancado, sin avances ni retrocesos visibles.

Nos encontraríamos ante la paradoja de una especie que ha potenciado la sociabilidad como instinto crucial para la supervivencia, pero que de ordinario es incapaz de servirse libre y racionalmente de ella, esto es, sin condicionamientos punitivos.

No sirve como respuesta el alegar que la familia y la sociedad han amparado las conductas vandálicas, permitiendo que se reproducieran en su seno. No sirve porque nada nos inclina a pensar que los hombres en estado salvaje son naturalmente buenos.

Tampoco es plausible una solución que reclamase más tiempo para que los efectos de la selección cultural se hiciesen sentir. El hombre actualmente goza de capacidad bastante para mantener una conducta óptima y responsable en su comunidad. Pero una pulsión irracional e innata hace que frustre voluntariamente dicho propósito, lo cual le causa innumerables calamidades.

Además, si la irracionalidad latente se debiera a alguna deficiencia cognitiva generalizada, no habría esperanza de que el tiempo la corrigiese, ya que la aptitud intelectual del hombre ha dejado de aumentar generación tras generación, debido precisamente a que es un ser social.

Recapitulando, he delimitado -hasta la saciedad- la malicia como la pulsión contraria al instinto de conservación individual y colectivo, instintos que convergen en los seres más sociables.
Que el mal es inherente al hombre se prueba mostrando que no hay hombres que no sientan placer con el perjuicio ajeno o que no estén sometidos a la tentación de ser inconsecuentes con sus directrices morales, es decir, aquellas que ellos y su entorno valoran como nobles y buenas.

La esencia del pecado original es la voluntad autoproclamada como soberana, el desprecio hacia Dios y un cierto efecto hipnótico que atribuyo al Diablo. Los no creyentes podéis ignorar estos dos últimos elementos.

Desde el principio he defendido que la maldad humana es constante en la historia, lo que relaciono con el pecado original, ya que la evolución no me da aquí explicaciones convincentes respecto a la utilidad de determinadas conductas que nos caracterizan, distinguiéndonos del resto de animales.

He dicho también que el progreso se debe más al desarrollo técnico que al devenir ideológico, aunque la ideología condicione a veces negativamente y otras favorablemente el grado de apertura cultural de una sociedad. Ahora bien, las causas del avance científico no son ideológicas, sino infraestructurales y dependientes del genio humano.

Además he insinuado que, mientras que las principales religiones contemplan preceptos piadosos y útiles para la comunidad, sólo la cristiana permite también el credo racionalista, con todo lo que ello implica: esencialmente, la posibilidad de refutación.

Por último, y como colofón, he avalado el tópico apologético -no por tópico menos válido- de que, así como lo que abstractamente podríamos llamar el bien (progreso, etc.) depende del entendimiento, el mal está sujeto a la voluntad. O, si se prefiere su alias poético, a la libertad. Los siglos XIX y XX son los de mayor libertad -libertad entendida según cada facción política- y los de mayor barbarie. El hombre no sabe usar de su albedrío sin rectas directrices religiosas, tal y como se expone en el relato de la caída de Adán y Eva.

El hombre es el animal más prudente y el más imprudente al mismo tiempo. Si la libertad no te convierte en un genio, ¿por qué puede hacer que te vuelvas estúpido? Para alguien que cuente con una inteligencia normal, es decir, en el justo medio, ambas cosas tendrían que resultarle inasequibles o, al menos, muy difíciles. Porque hablo de atontarse (de obrar tontamente con asiduidad), no de fingir ser tonto.

Maldad es hacer el mal o permitirlo. Es también una forma patológica de estupidez, crónica en el hombre.




Daniel Vicente Carrillo

irichc23[arroba]hotmail.com

http://fvoluntaria.blogspot.com/

1) Defino el pecado original

1) Defino el pecado original como la tendencia innata -y en tanto que tal no dependiente ni de sensaciones ni de razonamientos- a contrariar el instinto de conservación. "Porque el día que de él comiereis, ciertamente moriréis".
2) La demostración de que este pecado existe en el hombre sólo puede ser empírica. Gula, lujuria, avaricia, envidia, soberbia, pereza e ira son pasiones irracionales (atentan contra el imperativo de conservarse) que ningún animal padece si no es debidamente estimulado. Observad a quienes devoran más allá de su necesidad de alimento y hasta de su apetito; a quienes copulan para, al cabo de unos meses, destruir a sus crías en el vientre de sus madres; a quienes acaparan más de lo que pueden gastar, aun a expensas de su salud y de su tranquilidad; a quienes prefieren perjudicar al prójimo y al benefactor; a los que estiman más el halago que la rectitud; a quienes conscientemente se arriesgan o sucumben por no esforzarse. Ved, en fin, a un bebé enfurecerse antes de aprender a andar.
3) En el hombre la regla es la excepción y la excepción es la regla. El animal, solitario o gregario, es insociable por mor de su independencia. Por contra, la sociabilidad es la única capaz de garantizar la independencia del hombre, que es un animal débil. De lo cual se sigue que el animal sociable es o bien un degenerado (por domesticación) o bien una especie superior (dado su juicio).
4) La insociabilidad inercial del hombre, un ser naturalmente sociable, es una forma de degeneración crónica y universal de esta especie, sólo a ella debida. La cultura no es superior a la especie que la produce. No corrompe la cultura, sino que es desvirtuada y encanallada por los individuos que la propagan.
5) Ninguna ventaja evolutiva se desprende del carácter insociable en el hombre, que claramente lo perjudica. Y, sin embargo, jamás desaparece ni es desplazado por los tipos opuestos, que también podrían verse favorecidos por la selección cultural. Por tanto, dicho rasgo característico -al que denomino primer pecado o raíz de la maldad- está en la naturaleza y fuera de ella. Se hereda, pero no muta.

Definí el mal moral como el instinto contrario al de conservación, tanto en el plano individual como en el de la especie, aspectos ambos que acaban convergiendo en los animales políticos. Espero que se me conceda que el mal es una pulsión innata que nadie nos enseña, como nadie nos enseña a conservarnos (pero sí a hacerlo mejor o peor). Asumido esto, no tengo ningún empacho en reconocer que ahí influyen toda clase de factores endógenos y exógenos, ya sean fisiológicos, psicológicos o ambientales. Ahora bien, sigo sosteniendo que el mal no se selecciona, esto es, que los criminales no engendran criminales ni los santos tienen a santos por hijos. Por tanto, su raíz tampoco puede ser genética, sino metafísica.

Me informan de que las pulsiones agresivas son un reducto de nuestro pasado simiesco. ¿Cuánto tiempo tiene que transcurrir para que la insociabilidad humana se extinga? Si eso es posible, no necesitamos juicio final ni gloria de ultratumba. Sólo un poco de paciencia.
Las reacciones antisociales sólo son una ventaja entre animales poco sociales. Los malvados prosperan entre los hombres por su inteligencia o su buena fortuna, no por su capacidad de herir o herirse. Hay muchísimos más perversos en el presidio o en la miseria que en la cima o de camino a ella.

Constato:
1) La fuerza bruta, la violencia y las coacciones son recursos desesperados que no integran la práctica cotidiana del hombre medio, so pena de provocar exclusión. Así pues, y muy al contrario de lo que sucede en otras especies, la paciencia es entre nosotros una virtud en extremo más útil a la hora de alcanzar objetivos.
2) Los grandes hombres, aunque en su andadura provoquen la caída de muchos otros, suelen reportar grandes ventajas al conjunto de la humanidad, y por ello son tenidos por inteligentes y benéficos. De no ser así, los eliminaríamos. Son excepciones a esta regla los revolucionarios exitosos en general y, en particular, los escasísimos individuos que se hacen con el poder absoluto en una jurisdicción.
Pregunto:
a) Perseguimos, multamos, encarcelamos y ejecutamos a los delincuentes, con lo que su capacidad de reproducción es menor. ¿Por qué se mantienen, pues, constantes y no se extinguen los malvados en sentido fuerte, es decir, los que atentando contra las leyes más básicas y universalmente aceptadas destruyen los vínculos sociales?
b) Si definimos la actitud insociable como aquella que no tiene en cuenta el interés del otro, o está orientada a perjudicarlo si ello reporta algún beneficio al agresor (pero no el mayor beneficio), ¿qué razón evolutiva hay para que se mantenga generación tras generación, como una epidemia que afecta a todos los contextos culturales y a todos los extractos sociales?

* * *

La risa, ¿hay algo mas humano? Todos los hombres sentimos una vaga satisfacción al contemplar la desgracia ajena, siempre que nosotros permanezcamos a salvo. El fenómeno de la risa muchas veces viene asociado a este tipo de situaciones, en especial cuando la desgracia del otro no es excesiva y se aproxima más a lo ridículo. Bergson tiene un ensayo al respecto. Sobre gozar con el mal ajeno estando uno a salvo, existe una cita famosa de Lucrecio que lo ilustra.

También nos vemos inclinados a comportarnos de forma insociable hasta que, por expresarlo en términos freudianos, el principio de realidad -o de sociedad, para el caso- se impone al de placer. La educación que damos a los infantes consiste en hacerles sentir vergüenza por las acciones molestas e incivilizadas a las que tienden sin excepción. Eso no ocurre con los animales por dos motivos: 1) su aprendizaje, si lo hay, se limita a ayudarles a perfeccionar por imitación el instinto de supervivencia; 2) son incapaces de sentir vergüenza, que no debe confundirse con la actitud sumisa. Ergo, las bestias carecen del pecado original de los hombres, mientras que estos lo mantienen de forma constante al margen de cualquier proceso selectivo impuesto por el modo de vida hegemónico y mayoritario de sus comunidades.

En pocas palabras: ningún animal es, en términos generales, naturalmente perjudicial para su especie. Los humanos si lo somos para la nuestra, por lo que cabe decir que la sociedad que hemos erigido no sirve solo al propósito de colaboración entre hombres, sino también al de protección del hombre contra el hombre. No me traigáis a colación a cuatro simios atípicos, ya que las excepciones curiosas no me interesan en absoluto. Intento fijar la regla, que en el "homo sapiens" resulta más que evidente.

Los animales compiten entre si al igual que competimos los hombres, aunque en el hombre competir sea sinónimo de colaborar con sus semejantes, al estar su trabajo integrado en el bien común. Esta situación de rivalidad en todos los vivientes viene impuesta por la escasez de los recursos, por lo que la actitud competitiva si es seleccionada por la evolución según el ecosistema de que se trate. Las garras del león y el cuerno del rinoceronte son fruto de tal dinámica. En menor medida, la inteligencia del hombre.

Con todo, preferir mi bien al tuyo en aras de mi perdurabilidad es una actitud perfectamente racional y hasta admitida en derecho en todos aquellos casos en los que la transacción no sea posible. Es decir, casi siempre entre las bestias, pero casi nunca entre los de nuestra especie. No es lo que yo entiendo por malicia, término que suele vincularse incorrectamente al legítimo egoísmo.

Mas no nos extraviemos en definiciones. Partamos de conceptos claros que nos permitan examinar los hechos con objetividad para, a la postre, emitir dictamen sobre la anomalía de este interrogante: Por que la evolución cultural funciona con las sociedades -seleccionando a las que más y mejor cooperan- y no con los individuos?

¿Podría San Agustín derrotar a Darwin?

"Hacer aparecer la unidad divina oculta bajo la diversidad del mundo es la obra de la naturaleza. Incorporar el espíritu más elevado al cuerpo más bajo y llevarlos a la perfección absoluta es la obra del arte".

No creo que ningún materialista darwiniano aprobase estas arbitrarias y esotéricas definiciones de Cattiaux. Establecer una separación radical entre naturaleza y arte implica admitir que hay algo no natural en la naturaleza, a saber: lo artístico y -en tanto que la causa eficiente contiene al efecto- el artista. El subjetivismo romántico casa muy mal con el realismo descarnado, marmóreamente monista.
Pero esto es sólo en apariencia. El fiel seguidor de Darwin, ateo a fuer de fiel, está seguro de haber probado que no puede haber diseño en la naturaleza. Y la razón es que ¡diseño y naturaleza se oponen! ¿Cómo -se pregunta- podría ser natural el objeto de una creación consciente? Deduce por añadidura que, dado que Dios, el sujeto, no lo es, aquél tampoco puede serlo. Como si todas las obras del hombre tuvieran que ser hombres, y todas las de Dios, dioses.
Sin embargo, está escrito que Dios sólo creó al ser humano a su semejanza. Hay más buen sentido en estas sencillas palabras que en todos los teatrales "desafíos ateos" que últimamente proliferan.

Dawkins cree explicar el éxito de lo irracional por la virtualidad aglutinante de las religiones, capaces de unir a los hombres en estrategias cooperativas más allá de las impuestas por las necesidades inmediatas de supervivencia. Sin embargo, al estar aquéllas fundamentadas sobre principios falsos, conducirían al conflicto global y finalmente la catástrofe.
No aclara Dawkins sobre qué principios universales deberíamos edificar, ni parece que la evolución, que él estima ateleológica y localista, pueda proporcionarnos indicaciones a tales efectos. Tampoco se molesta en detallar la razón de ser (evolutiva, se entiende) de lo que con gran pompa ha venido llamando "raíz de todo mal". Raíz que no es la religión -si acaso un fruto tardío-, sino la pulsión genuinamente humana de gozar con el perjuicio ajeno y regocijarse en el vicio.
Así, el campo de la biología queda seriamente amputado en el objeto de estudio llamado HOMBRE hasta que no se pruebe que la malicia se puede extinguir, dando lugar por tanto a seres humanos a quienes repela todo lo que tiende a destruir los lazos que nos convierten en seres sociables, esto es, razonables.
Grave dilema: demostrar que existen o existirán con probabilidad personas libres del pecado original (como el dogma católico afirma de Jesucristo), o bien admitir que hay conductas ordinarias en cierto tipo vivientes que no pueden ser explicadas "a la luz de la evolución".

Por otro lado, si los hombres son aproximadamente iguales entre sí y, como los ateos admiten, las religiones también lo son, ¿por qué los niveles de civilización e incivilización no comparten ni han compartido jamás esa misma homogeneidad en todo el mundo? Dos opciones: 1) la religión influye positiva o negativamente en el progreso humano; 2) la religión no influye de ninguna manera en el progreso humano. Las dos me favorecen.

Estimo, en primer lugar, que los porcentajes de genios y mediocres andan bastante parejos en todas partes. En segundo lugar, está la velocidad de transmisión del conocimiento, que hace que todos puedan aprovecharse de él si no hay en la sociedad receptora condicionantes culturales o económicos que lo impidan.
Digo, pues, que dada la gran diversidad religiosa del mundo, y considerando también lo variado de sus sociedades en lo tocante a los niveles de progreso, puede deducirse que la religión en abstracto no es necesariamente un impedimento para el desarrollo. Sí, en cambio, esta o aquella religión.
El progresismo atribuye todas las virtudes del progreso al factor ideológico, esto es, a la paulatina derrota política de las religiones. Sin embargo, achaca todas sus vergüenzas y atrocidades al factor técnico, a la mayor capacidad operativa del hombre. Los reaccionarios -pesimistas antropológicos- pensamos del modo opuesto y nos aproximamos más a la verdad (sin barrer para casa con esa desfachatez sectaria que caracteriza a los "progres" de izquierdas y de derechas).

* * *

¿Qué utilidad tiene el ensañamiento humano? ¿Por qué se transmite y se conserva aparentemente invariable esta característica, siendo el hombre un animal social desde hace muchos miles de años?
Se me responderá con Goethe y Nietzsche: la virtud y el vicio encuentran en la voluntad de poder la misma raíz. No me basta. ¿Acaso no es la evolución lo bastante poderosa como para disociar los dos brotes antagonistas de dicha raíz común, seleccionando al más competitivo? ¿No es contradictorio decir que los comportamientos sociales y los antisociales son igualmente ventajosos para la supervivencia del individuo? Y si no lo son, ¿por qué se mantienen parejos de forma tan regular y uniforme en el espacio y en el tiempo?