sábado, 10 de noviembre de 2007

1) Defino el pecado original

1) Defino el pecado original como la tendencia innata -y en tanto que tal no dependiente ni de sensaciones ni de razonamientos- a contrariar el instinto de conservación. "Porque el día que de él comiereis, ciertamente moriréis".
2) La demostración de que este pecado existe en el hombre sólo puede ser empírica. Gula, lujuria, avaricia, envidia, soberbia, pereza e ira son pasiones irracionales (atentan contra el imperativo de conservarse) que ningún animal padece si no es debidamente estimulado. Observad a quienes devoran más allá de su necesidad de alimento y hasta de su apetito; a quienes copulan para, al cabo de unos meses, destruir a sus crías en el vientre de sus madres; a quienes acaparan más de lo que pueden gastar, aun a expensas de su salud y de su tranquilidad; a quienes prefieren perjudicar al prójimo y al benefactor; a los que estiman más el halago que la rectitud; a quienes conscientemente se arriesgan o sucumben por no esforzarse. Ved, en fin, a un bebé enfurecerse antes de aprender a andar.
3) En el hombre la regla es la excepción y la excepción es la regla. El animal, solitario o gregario, es insociable por mor de su independencia. Por contra, la sociabilidad es la única capaz de garantizar la independencia del hombre, que es un animal débil. De lo cual se sigue que el animal sociable es o bien un degenerado (por domesticación) o bien una especie superior (dado su juicio).
4) La insociabilidad inercial del hombre, un ser naturalmente sociable, es una forma de degeneración crónica y universal de esta especie, sólo a ella debida. La cultura no es superior a la especie que la produce. No corrompe la cultura, sino que es desvirtuada y encanallada por los individuos que la propagan.
5) Ninguna ventaja evolutiva se desprende del carácter insociable en el hombre, que claramente lo perjudica. Y, sin embargo, jamás desaparece ni es desplazado por los tipos opuestos, que también podrían verse favorecidos por la selección cultural. Por tanto, dicho rasgo característico -al que denomino primer pecado o raíz de la maldad- está en la naturaleza y fuera de ella. Se hereda, pero no muta.

Definí el mal moral como el instinto contrario al de conservación, tanto en el plano individual como en el de la especie, aspectos ambos que acaban convergiendo en los animales políticos. Espero que se me conceda que el mal es una pulsión innata que nadie nos enseña, como nadie nos enseña a conservarnos (pero sí a hacerlo mejor o peor). Asumido esto, no tengo ningún empacho en reconocer que ahí influyen toda clase de factores endógenos y exógenos, ya sean fisiológicos, psicológicos o ambientales. Ahora bien, sigo sosteniendo que el mal no se selecciona, esto es, que los criminales no engendran criminales ni los santos tienen a santos por hijos. Por tanto, su raíz tampoco puede ser genética, sino metafísica.

Me informan de que las pulsiones agresivas son un reducto de nuestro pasado simiesco. ¿Cuánto tiempo tiene que transcurrir para que la insociabilidad humana se extinga? Si eso es posible, no necesitamos juicio final ni gloria de ultratumba. Sólo un poco de paciencia.
Las reacciones antisociales sólo son una ventaja entre animales poco sociales. Los malvados prosperan entre los hombres por su inteligencia o su buena fortuna, no por su capacidad de herir o herirse. Hay muchísimos más perversos en el presidio o en la miseria que en la cima o de camino a ella.

Constato:
1) La fuerza bruta, la violencia y las coacciones son recursos desesperados que no integran la práctica cotidiana del hombre medio, so pena de provocar exclusión. Así pues, y muy al contrario de lo que sucede en otras especies, la paciencia es entre nosotros una virtud en extremo más útil a la hora de alcanzar objetivos.
2) Los grandes hombres, aunque en su andadura provoquen la caída de muchos otros, suelen reportar grandes ventajas al conjunto de la humanidad, y por ello son tenidos por inteligentes y benéficos. De no ser así, los eliminaríamos. Son excepciones a esta regla los revolucionarios exitosos en general y, en particular, los escasísimos individuos que se hacen con el poder absoluto en una jurisdicción.
Pregunto:
a) Perseguimos, multamos, encarcelamos y ejecutamos a los delincuentes, con lo que su capacidad de reproducción es menor. ¿Por qué se mantienen, pues, constantes y no se extinguen los malvados en sentido fuerte, es decir, los que atentando contra las leyes más básicas y universalmente aceptadas destruyen los vínculos sociales?
b) Si definimos la actitud insociable como aquella que no tiene en cuenta el interés del otro, o está orientada a perjudicarlo si ello reporta algún beneficio al agresor (pero no el mayor beneficio), ¿qué razón evolutiva hay para que se mantenga generación tras generación, como una epidemia que afecta a todos los contextos culturales y a todos los extractos sociales?

* * *

La risa, ¿hay algo mas humano? Todos los hombres sentimos una vaga satisfacción al contemplar la desgracia ajena, siempre que nosotros permanezcamos a salvo. El fenómeno de la risa muchas veces viene asociado a este tipo de situaciones, en especial cuando la desgracia del otro no es excesiva y se aproxima más a lo ridículo. Bergson tiene un ensayo al respecto. Sobre gozar con el mal ajeno estando uno a salvo, existe una cita famosa de Lucrecio que lo ilustra.

También nos vemos inclinados a comportarnos de forma insociable hasta que, por expresarlo en términos freudianos, el principio de realidad -o de sociedad, para el caso- se impone al de placer. La educación que damos a los infantes consiste en hacerles sentir vergüenza por las acciones molestas e incivilizadas a las que tienden sin excepción. Eso no ocurre con los animales por dos motivos: 1) su aprendizaje, si lo hay, se limita a ayudarles a perfeccionar por imitación el instinto de supervivencia; 2) son incapaces de sentir vergüenza, que no debe confundirse con la actitud sumisa. Ergo, las bestias carecen del pecado original de los hombres, mientras que estos lo mantienen de forma constante al margen de cualquier proceso selectivo impuesto por el modo de vida hegemónico y mayoritario de sus comunidades.

En pocas palabras: ningún animal es, en términos generales, naturalmente perjudicial para su especie. Los humanos si lo somos para la nuestra, por lo que cabe decir que la sociedad que hemos erigido no sirve solo al propósito de colaboración entre hombres, sino también al de protección del hombre contra el hombre. No me traigáis a colación a cuatro simios atípicos, ya que las excepciones curiosas no me interesan en absoluto. Intento fijar la regla, que en el "homo sapiens" resulta más que evidente.

Los animales compiten entre si al igual que competimos los hombres, aunque en el hombre competir sea sinónimo de colaborar con sus semejantes, al estar su trabajo integrado en el bien común. Esta situación de rivalidad en todos los vivientes viene impuesta por la escasez de los recursos, por lo que la actitud competitiva si es seleccionada por la evolución según el ecosistema de que se trate. Las garras del león y el cuerno del rinoceronte son fruto de tal dinámica. En menor medida, la inteligencia del hombre.

Con todo, preferir mi bien al tuyo en aras de mi perdurabilidad es una actitud perfectamente racional y hasta admitida en derecho en todos aquellos casos en los que la transacción no sea posible. Es decir, casi siempre entre las bestias, pero casi nunca entre los de nuestra especie. No es lo que yo entiendo por malicia, término que suele vincularse incorrectamente al legítimo egoísmo.

Mas no nos extraviemos en definiciones. Partamos de conceptos claros que nos permitan examinar los hechos con objetividad para, a la postre, emitir dictamen sobre la anomalía de este interrogante: Por que la evolución cultural funciona con las sociedades -seleccionando a las que más y mejor cooperan- y no con los individuos?

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